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18/11/13

"El Placard" en el teatro Lola Membrives


Francisco Piñón (Diego Peretti) es un ignoto empleado de una fábrica de preservativos. Un ser timorato, triste y deprimido, que tras ser abandonado por su familia, llega a tocar fondo cuando sin querer escucha que va a ser despedido. Ya no encuentra razones para seguir viviendo; pero en el momento en que está a punto de poner fin a su sufrimiento, un hecho inesperado cambiará su vida para siempre. A partir de ahí, Piñón deberá aparentar ser alguien que no es para terminar siendo quien realmente es. Un derrotero interesante que provocará reacciones inesperadas e impensables dentro de su entorno laboral y familiar.

El Placard, bajo una magistral dirección de Lía Jelín, resulta una comedia dramática maravillosa, en la que no todo es lo que parece. Desde el título podría inferirse que de lo que se trata la obra es del destape gay; pero no es así, el planteo es más amplio. La cuestión de la liberación sexual es lo que aparece como eje articulador de la trama, que se aborda a partir de la exploración de distintos estereotipos sociales, revelando que detrás de cada uno hay verdades que permanecen ocultas, hasta que cada cual decida animarse a abrir las puertas de su propio placard.

En cuanto al numeroso elenco que integra esta puesta (en total son nueve actores en escena), es magnífico el despliegue actoral de todo el conjunto, que funciona con la precisión de un mecanismo de relojería. Es extraordinario el trabajo de Diego Peretti como protagonista, y de Alejandro Awada como su contrafigura, quienes a lo largo de la trama deben llevar a cabo un complejo proceso de transformación de sus personajes. Ambos actores, con gran intensidad dramática, logran esa metamorfosis de un modo estupendo.
A menudo sucede que actores que alcanzan reconocimiento público por trabajar en tiras diarias en televisión, cuando se presentan en teatro, realmente desilusionan. Este no es el caso de Osvaldo Santoro, quien sin lugar a dudas merece aquí una especial mención por un desempeño actoral sorprendente. Con respecto al resto del elenco, es para destacar una escena de sexo protagonizada por Valeria Lorca; y el personaje del mozo gay interpretado por Pablo Finamore, cuyas intervenciones resultan verdaderamente desopilantes.

En cuanto a los aspectos técnicos, son para resaltar tanto la escenografía (de Julieta Ascar), como la iluminación (de Horacio Efron y Carlos Márquez), porque construyen un espacio escénico muy atractivo, resolviendo con soltura el salto de un espacio a otro (la oficina, el departamento de Piñón, el restaurante, etc.), a un ritmo -por momentos- vertiginoso. Y el vestuario (también de Julieta Ascar) logra de un modo muy acertado contribuir tanto a la construcción de los distintos estereotipos sociales representados, como dar cuenta acerca del paso del tiempo en el que transcurre la obra.

El Placard, nos invita a pensar acerca de las máscaras/apariencias sociales detrás de las cuales se esconde el verdadero ser de cada uno. Abrir las puertas del propio placard podría ser una gran oportunidad para la liberación y el acceso a la felicidad.

El Placard es una muy recomendable propuesta teatral, para reir con ganas, pero también para reflexionar.

Teatro: Lola Membrives – Av. Corrientes 1280 – C.A.B.A.
Funciones: Miércoles a viernes a las 21 hs., sábados 20 hs. y 22.30 hs., y domingos 20 hs.
Entradas: desde $ 100.- hasta $ 220.-

Dirección: Lía Jelín. Autor: Francis Veber. Dramaturgia: adaptación de Fernando Masllorens y Federico García del Pino. Música original y canción: Diego Vila y Elio Marchi. Escenografía y vestuario: Julieta Ascar. Diseño de iluminación: Horacio Efron y Carlos Marquez. Diseño de sonido: Pablo Abal y Martín Vaccarezza. Programador de video: Carlos Randich. Diseño gráfico: Igor Cugat y Luciano Rodofili. Stage manager: Andrea Czarny. Producción ejecutiva: Sergio Albertoni. Producción artística: Carlos y Lorenzo Spadone, y Lino Patalano. Director asistente: Franco Battista. Coreografía: Seku Failace. Elenco: Diego Peretti, Alejandro Awada, Osvaldo Santoro, Valeria Lorca, Hernán Muñoa, Agustina Cerviño, Matías Strafe, Marcia Becher y Pablo Finamore

11/10/13

"Maté a un tipo" en Auditorio CENDAS


Es una noche como cualquier otra. Marta y Ernesto están cenando en su casa. Ernesto (que parece angustiado) permanece en silencio, mientras Marta no para de hablar acerca del drama que está padeciendo su mejor amiga. De pronto Ernesto la interrumpe y le dice: - Maté a un tipo.

Así arranca esta desopilante pieza del genial Daniel Dalmaroni, quien como es su costumbre, apenas nos introduce en el devenir de la vida cotidiana de una "familia tipo" de clase media, nos golpea sin anestesia con una revelación inesperada. ¿Qué haría uno ante semejante confesión? Una vez más, el tema de la clase media aparece en la dramaturgia de este autor, sobre la cual, apelando a su habitual utilización de un agudo humor negro, realiza una crítica implacable.

La puesta de Mariano Bicain logra recrear la esencia de este particular universo dalmaroniano, en el cual, el deseo de matar a alguien, que usualmente queda circunscripto al terreno de la fantasía, aquí se convierte en una aterradora realidad.

Enrico Sturiale encarna con gran intensidad dramática a Ernesto, un "hombre común" cuya tranquila vida dará un giro inesperado cuando lo asalte una irreprimible necesidad de matar a un desconocido que lo ha hecho sentir víctima de un gran atropello. Ernesto no podrá frenar este impulso irracional que lo llevará a hacer justicia por mano propia.

Este suceso, en apariencia aislado y producto de un ataque de locura, si bien pondrá a prueba a la familia en su conjunto, en particular Marta (la esposa), interpretada de un modo impresionante por Camila Perissé, será quien cargará sobre sus hombros con la titánica tarea de mantener -a cualquier precio- a la familia dentro de la "normalidad"; y en su búsqueda del restablecimiento del equilibrio perdido, su accionar oscilará entre la función de "contención familiar" y las figuras de "encubrimiento" y "partícipe necesario".

Este siniestro cuadro familiar, que se completa con Julieta (Noelia Nuñez), la hija del matrimonio, requerirá -como cualquier familia "normal"- el apoyo terapéutico del Dr. Frikman (Mariano Bicain).

En esta puesta, además de un gran desempeño actoral de todo el elenco, es para resaltar el acertado trabajo escenográfico y lumínico (de Daniel Feijoo) y el vestuario (de Rafael Ustia), porque le dan el marco adecuado al desarrollo de la trama, construyendo con precisión un reconocible espacio de la cotidianeidad con sus distintos climas.

Maté a un tipo nos invita a preguntarnos hasta dónde somos capaces de encubrir los más abominables hechos familiares y por qué. Preguntas que, frente a nuestra vivencia cotidiana de tanta violencia y abusos de distinto tipo, revisten incuestionable actualidad.

Maté a un tipo es una muy recomendable pieza, que a través de un exquisito humor negro nos impulsa a reír con ganas, pero también a reflexionar.

Teatro: Auditorio CENDAS – Bulnes 1350 – C.A.B.A.
Funciones: Viernes y Sábados 21 hs.
Entradas: $ 100.-

Dirección: Mariano Bicain. Dramaturgia: Daniel Dalmaroni. Producción general: Enrico Sturiale. Escenografía: Daniel Feijoo. Iluminación: Daniel Feijoo/Mariano Bicain. Vestuario original: Rafael Ustia. Vestuario gráfica: Sofía Medrano. Música original: Gabriel Varela. Diseño sonoro: Chino Fernández. Voces en off: Diego Cesar y Valeria Roldán. Fotografía: Diego Martín Baamonde. Diseño gráfico: Mariela Tesconi. Prensa y difusión: Duche & Zarate. Gestión de Producción y Posicionamiento: CENDA Producciones. Asistente de Dirección: Dani Méndez. Elenco: Camila Perissé, Enrico Sturiale, Noelia Nuñez, Tecsido Goythia/Mariano Bicain.

24/9/13

"La sombra de Wenceslao" en el Teatro Nacional Cervantes

La lluvia cae a raudales; amaina de a ratos, pero vuelve a caer a raudales, y lejos de purificar, anticipa malos augurios; su persistencia hace insoportable la existencia. Con este telón de fondo da comienzo una pieza teatral cautivante que tiene por protagonista al gaucho Wenceslao, quien tras la muerte de su esposa decide abandonar sus pagos para emprender un viaje sin rumbo, dejando atrás el pasado.

La sombra de Wenceslao, con una impecable dirección de Villanueva Cosse, logra recrear la atmósfera de ese universo tan particular y complejo propuesto por Copi, en el que reflexiona acerca del exilio y las consecuencias que produce sobre quienes lo padecen.

Copi escribe esta obra en 1978, en París, lejos de sus pagos rioplatenses; y la vivencia del exilio es lo que tiene en común con el protagonista de esta obra. Ambos se preguntan sobre sus orígenes y su identidad. Wenceslao circunscribe la reflexión a su propia existencia. Copi, en cambio, se adentra en la búsqueda de la identidad nacional. Por ello el autor localiza la obra en el ámbito rural, y elige a un gaucho como protagonista de este drama humano, porque sin duda, gracias a la poderosa influencia de la literatura gauchesca, la estampa del gaucho ha quedado cristalizada en el imaginario social como el símbolo de la argentinidad. Pero a la imagen del gaucho ideal -construida y promovida por la modernidad civilizadora de la barbarie- Copi contrapone un gaucho que no se integra al nuevo orden social.

En la figura de Wenceslao (Lorenzo Quinteros) se condensan los atributos de un universo social basado en la tradición. Cuando el protagonista decide emprender un viaje sin rumbo y dejar atrás el pasado, lo hace porque comprende que ha perdido la autoridad dentro de su resquebrajado mundo. Así es como Copi nos muestra de un modo metafórico cómo se desplaza la cosmovisión tradicional de la centralidad de la escena social, cediendo el espacio a su descendencia: a su hija, La China (Paloma Contreras) y a su yerno/supuesto hijo no reconocido, Rogelio (Luis Longhi). Ellos personifican la nueva generación que avanza bajo el influjo de una modernidad triunfante.

Y si bien Wenceslao tiene muchas similitudes con el personaje de don Zoilo (el protagonista de Barranca abajo del uruguayo Florencio Sánchez), la presentación de la obra en clave paródica es lo que la distancia de ésta pieza y del género de la gauchesca en general. La utilización de este recurso le permite a Copi realizar una interesante crítica sobre los estereotipos de "lo nacional" y desmitificar el mito del gaucho inmortalizado en la literatura por José Hernández (La vuelta de Martín Fierro) y Ricardo Güiraldes (Don Segundo Sombra). Y es a través de esta operación de transgresión del género que el autor imprime su sello distintivo característico, logrando que todo lo que sucede resulte tan desbordado que causa risa.

Temporalmente la pieza se sitúa entre 1946 y 1955, abarcando desde el auge hasta el derrocamiento del peronismo. Y en este contexto, La China, que se erige como la contrafigura del protagonista, es una muchacha de exigua moral que queda deslumbrada ante el brillo de las luces de Buenos Aires, sus teatros de Revista, el tango, la milonga y el compadrito Coco Pelegrini. El personaje de La China representa a la clase popular del interior que emigra a la gran ciudad en busca de mejores condiciones de vida y ascenso social. Y aunque pretenda negar u ocultar su origen provinciano, no podrá evitar el estigma de ser "pajuerana" y sus consecuencias; la ciudad podría convertirse en un territorio hostil y hasta mortal para ella.

Además de una dramaturgia transgresora y crítica, este universo maravillosamente recreado por Villanueva Cosse, se sostiene en un desempeño actoral muy sólido de todo el elenco. Es para resaltar la lograda composición de los animales como personajes, que juegan un papel destacado dentro de la pieza. En este sentido, Ernesto Zuazo realiza un trabajo escénico fabuloso dándole cuerpo y vida al fiel caballo del desdichado gaucho, testigo silencioso de sus desolaciones que lo acompaña hasta el fin de sus días. Alejo Bertin Cardozo compone con destreza un mono inquieto, vigoroso y atrevido. Y finalmente, una mención especial merece el loro, interpretado por el fenomenal Mosquito Sancineto. El loro es quien dice lo que todos callan, y lo hace en los momentos menos oportunos; las intervenciones de este personaje generan situaciones verdaderamente desopilantes a lo largo de toda la puesta.

En cuanto a los aspectos técnicos, merecen un destaque tanto el despliegue escenográfico de Marcelo Valiente, como el trabajo lumínico de Leandra Rodríguez, dado que ambos resuelven con soltura la complejidad que entraña el difícil montaje de una multiplicidad de escenarios y climas por los que transita la trama. También es estupendo el vestuario de Daniela Taiana.

Desde la mirada de Copi, los relatos acerca de la identidad nacional resultan incompletos, porque siempre omiten la sombra de los excluidos. La sombra de Wenceslao aparece así como una lúcida crítica social que sorprende por su insoslayable actualidad.

Teatro: Teatro Nacional Cervantes – Libertad 815 – C.A.B.A.
Funciones: Jueves a sábados a las 21.30 y los domingos a las 21. Actualmente de gira*
Entradas: $ 50.- y los jueves $ 40.

Dirección: Villanueva Cosse. Dramaturgia: Raúl Damonte Botana “Copi”. Escenografía: Marcelo Valiente. Iluminación: Leandra Rodríguez. Vestuario: Daniela Taiana. Diseño sonoro: Daniel Ibarrat. Diseño gráfico: Verónica Duh y Ana Dulce Collados. Coreografía: Carolina Pujal. Fotografía: G. Gorrini y M. Cáceres. Asistencia de dirección: Marcelo Mendez. . Asistencia de Iluminación: Susana Zilbervarg. Producción TNC: David Hoyo. Elenco (por orden de aparición): Lorenzo Quinteros, Luis Longhi, Ernesto Zuazo, Andrea Jaet, Mario Alarcón, Mosquito Sancineto, Paloma Contreras, Alejo Bertín Cardozo y Alfredo Zenobi.

*Próximas funciones de la gira:

Teatro: Comedia de la Provincia de Buenos Aires - Instituto Cultural, Sala A. Discépolo - La Plata (Provicnia de Bs. As.)
Función: Sábado 12 y domingo 13 de octubre a las 20 hs.
Entrada: $ 20.-

Teatro: La "de la ranchería" - Junín (Provincia de Bs. As.).
Funciones: Viernes 18 y sábado 19 de octubre a las 21 hs.; y domingo 20 de octubre a las 19 hs.
Entrada: Gratis.

Aclaraciones:
Este espectáculo contiene vocabulario que puede resultar fuerte para adultos y es inadecuado para menores de edad.
En la gira la actriz Paloma Contreras será reemplazada por Anita Gutierrez.

24/8/13

"Luna Gitana" en Pan y Arte Teatro

Bajo el influjo de la luna gitana todo es posible. Todo puede suceder, incluso el encuentro de dos seres en apariencia tan distintos. Un intelectual y una trabajadora del sexo son los protagonistas de esta pieza. Ernesto es un filósofo devenido profesor a domicilio, y Perla, una mujer joven y bella que, aunque está acostumbrada a desnudar su cuerpo para los clientes, tal vez por primera vez, podría transitar por la experiencia de desnudar su alma.

Luna Gitana, con dramaturgia de Ricardo Halac, tiene como telón de fondo un clima enrarecido por el conflicto social y la protesta. Perla y Ernesto, como muchos otros argentinos allá por el 2001, han tocado fondo, víctimas de una crisis que arrasó con todo. Y mientras en la calle retumban los bombos y la muchedumbre reclama con virulencia, frente a la Plaza de Mayo, en un pequeño altillo, un inusitado encuentro se produce entre dos seres condenados a permanecer inmersos en la densidad de una infinita noche oscura. Pero la luz de una inusual luna gitana podría iluminar sus vidas y cambiarlas para siempre. Ambos buscan desesperadamente algo; podría ser amor, podría ser conocimiento, o simplemente… una esperanza que los mantenga en pie para poder seguir adelante.

Una vez más, la directora Zaida Mazzitelli logra construir una pieza teatral atrapante, cuyos personajes deben transitar por momentos de gran intensidad dramática, distendida con oportunas y muy bien dosificadas intervenciones humorísticas.

Rubén Ramirez y Carolina Fassa son quienes les dan carnadura a estos personajes que a primera vista se presentan tan opuestos como blanco y negro, pero que en el transcurrir de la acción dramática logran desplegar toda una escala de colores y matices sorprendentes, revelando un desempeño actoral que se agradece.

Tanto el diseño escenográfico y la iluminación (de Claudio del Bianco), como el sonido (de Gastón García Miramón), construyen un espacio y un clima perfectos, otorgándole una sólida apoyatura al desarrollo de la trama.

Más de diez años trascurrieron desde aquel doloroso 2001. Hoy, a través de esta movilizadora pieza es posible recordar/revivir aquel pasado no tan lejano por el que transitamos los argentinos. Así es como, una vez más, el teatro se constituye en un espacio social privilegiado que nos invita a la reflexión, y que como la luz de una inusual luna gitana, ilumina nuestra mirada acerca del mundo y de la vida, convocándonos en este caso a recordar nuestro pasado, porque al hacerlo podríamos liberarnos de la fatal condena de volver a repetirlo.


Dirección: Zaida Mazzitelli.Dramaturgia: Ricardo Halac. Escenografía y diseño de luces: Claudio del Bianco. Realización escenográfica y sonido: Gastón García Miramón. Asistente de dirección: Laura Ledesma. Diseño gráfico: Jordi Piulachs y Laura Gómez. Elenco: Carolina Fassa y Rubén Ramirez.

Teatro: Pan y Arte – Boedo 876 – C.A.B.A.
Funciones: Sábados 20 hs.
Entradas: $ 60.-

24/3/13

"Reliquia" en Pan y Arte Teatro

  
La niñez es ese período de la vida al que normalmente se lo caracteriza como la edad de la inocencia; pero dicha caracterización, en esta obra, es puesta en entredicho. La niñez aquí es rememorada; y devenida en recuerdos se convierte en el vestigio de un tiempo otro, un tesoro, una verdadera reliquia.

Reliquia, con una magistral dirección de Carlos Peláez, aparece así como una obra teatral atrapante desde el principio, cuya dramaturgia, basada en cinco cuentos* de Silvina Ocampo, logra de un modo sorprendente recrear ese universo tan particular e inquietante de esta genial autora, en el que conviven la ambivalencia, la ironía y el humor negro. Verdaderos dramas humanos que se desarrollan en el transcurrir de la vida cotidiana y tienen por protagonistas a niños ligados al horror y la crueldad, como víctimas o victimarios, según la ocasión.

Hay relatos-reliquia propios y ajenos, y objetos-reliquia de apariencia inocente, que se exhiben como signos de la época en que tuvieron su origen, como testimonios concretos que garantizan la existencia misma de ese pasado. Relatos-Ojetos-Reliquias que a primera vista parecen irrelevantes, pero que en el devenir del relato revelan su pertenencia a situaciones muchas veces sombrías; y así es como lo familiar, lo conocido, poco a poco se vuelve extraño, provocando una sensación inesperada y aterradora, atractiva y repulsiva a la vez: la vivencia misma de lo siniestro.

A lo largo de toda la trama se aborda el mundo de los niños y su lado oscuro, mostrando la existencia de la malicia agazapada detrás de la máscara de la inocencia. Así se hace foco en una lucha de opuestos que, en su permanente coexistencia, genera una fuerte impresión de ambigüedad que atraviesa toda la obra, y que desde el principio se plantea a partir de la presentación de una protagonista desdoblada, escindida, que necesita sacar a la luz todo aquello que debería permanecer escondido.

Icera Medina Flores es una institutriz que dice tener la vocación de cuidar niños. Es una mujer asexuada, pulcra, de vestimenta recatada, que lleva el pelo muy corto y prolijamente peinado, de gestos delicados y medidos. Pero… ¿qué hay detrás de todas estas correcciones ajustadas a los requerimientos de la moral, la religión y los mandatos sociales de la época? La clave tal vez se encuentra en todos y cada uno de los relatos de la protagonista, que se eslabonan uno tras otro a medida que avanza la trama, reconstruyendo una pesada cadena de sucesos. Icera realiza un mapeo hostil de territorios cotidianos; sus relatos transitan en principio por caminos familiares, reconocibles para cualquiera, hasta que un giro inesperado vuelve todo escalofriante.

En esta propuesta dramática son para resaltar las lucidas interpretaciones de Julia Nardozza y Valeria Pierabella, que de modo exquisito logran darle carnadura a un personaje complejo y multifacético, que debe transitar por distintos registros dramáticos.

El vestuario (de Laura Pérez Andreau) también constituye un aspecto destacado de esta puesta, porque de un modo acertado recrea el espíritu de la época que se referencia. Y la iluminación (de Adrián Cintioli) también juega un papel muy importante, ya que la elección de una luz tenue, por momentos media luz/penumbra, consigue construir un clima intimista adecuado.

También es para destacar el modo en que los relatos de la protagonista, por medio de descripciones pormenorizadas de situaciones y personas, e incluso a través de la vivaz reproducción de diálogos, conducen/transportan imaginariamente a múltiples escenarios, pletóricos de fisonomías, atributos, personalidades, colores, texturas y hasta olores. Y en este sentido, la disposición del espacio de la escena -limitado por telones negros- resulta funcional; porque es en ellos en donde las imágenes mentales provocadas por los relatos minuciosos, aparecen como superficies en donde la imaginación no encuentra obstáculos para desplegarse sin límites.
Reliquia es una preciosa pieza teatral.

* (El Pecado mortal, Las fotografías, La Furia, Voz en el teléfono y El diario de Porfiria)

Dirección: Calos Peláez.
Dramaturgia: Julia Nardozza, Valeria Pierabella y Carlos Peláez.
Elenco: Julia Nardozza y Valeria Pierabella.
Diseño de vestuario: Laura Pérez Andreau.
Vestuario: Noemí Zahr.
Diseño de luces: Adrián Cintioli.
Diseño de Títeres y Objetos: Julia Nardozza y Carlos Peláez.
Diseño gráfico: Budín de Tela (budindetela@gmail.com)
Prensa y Difusión: TEHAGOLAPRENSA

Teatro: Pan y Arte – Boedo 876 – C.A.B.A.
Tel. 4957-6922
Funciones: Domingos 19 hs.

27/5/12

"Los Opas (otro drama burgués)" en el Teatro La Comedia



Los Opas, escrita y dirigida por Daniel Dalmaroni, pese a que el subtítulo de la obra plantea la expectativa de colocarnos frente a otro drama burgués –similar a otros que conocemos- desde el comienzo ocurre lo contrario.

Todo transcurre en el espacio de la vida cotidiana de una familia de clase media; en el interior de una casa deteriorada, habitada por el desorden y la suciedad, con telarañas colgando de las lámparas de la sala principal, botellas de alcohol y bollos de papel desparramados por el piso, muebles desvencijados y arrumbados, una jaula sin pájaro, y diarios viejos. 

Pero en medio de tanto abandono, un proyecto parece anidar en los carteles pegados sobre las paredes descascaradas. Así es, hay un plan. Ernesto, Mario y Ana son quienes deciden llevarlo a cabo. Es que ya no resisten los estragos que la enfermedad y la vejez de una anciana han hecho durante los últimos diez años sobre sus vidas; una anciana a la que están cansados de mantener emocional y económicamente, y que además -dicen- ha sido la causante de todos sus fracasos y postergaciones. Por todo eso, tras la elaboración de un plan siniestro, los tres acuerdan asesinarla.

Sin duda, ya la decisión de llevar a cabo un asesinato resulta chocante, pero en este caso, teniendo en cuenta  el vínculo que une a los victimarios con la víctima, resulta absolutamente macabro. Lo increíble es que ninguno de estos tres opas siente culpa, es más, comienzan a sentirse felices al fantasear con la idea de la gran vida que empezarán a vivir a partir del momento en que se deshagan de su madre. 

El planteo en sí resulta espantoso; por ello Dalmaroni, como es su costumbre, recurre al más crudo humor negro para hacer tolerable aquello que de otro modo sería insoportable. La obra se construye en el des-borde. Se trata de un mundo anclado en el absurdo, en el que seres patéticos, egoístas, desamorados y estúpidos son los partícipes necesarios sobre los que se sostiene este delirio. Y el matricidio, que normalmente queda circunscripto al plano de la fantasía, -a una expresión de deseo frente a una situación intolerable-, aquí se convierte en un hecho real y concreto, constituyéndose así en un contrarrelato burlesco de las relaciones de parentesco.

Con respecto a las relaciones de parentesco y a sus problemáticas, desde la propuesta dramatúrgica Dalmaroni expresamente homenajea a Roberto “Tito” Cossa -referente insoslayable del neo-grotesco de los ´80-, en particular, a través de un parlamento del personaje de la madre en la escena II: -“Tenés razón. No hay que llorar. “No hay que llorar, Nona”, como dice siempre Tito.” (…) “El enfermero de la mañana. Un genio, Tito.”. Un guiño interesante del autor que reconoce explícitamente anteriores abordajes de esta temática en otras obras.

En esta pieza también es para resaltar el gran desempeño actoral de todo el elenco, integrado por Jorge Brambati, Luciano Guglielmino, Natalia Rey y Ricardo Cerone, quienes a través de magníficas interpretaciones le dan carnadura a unos personajes realmente abominables, cuyas fisonomías se completan a través de un vestuario (de Cecilia Carini) que a simple vista logra plasmar el estereotipo de cada uno.

Y tanto la escenografía como la iluminación (de Marcelo Salvioli) contribuyen de un modo acertado a la construcción de los distintos climas, espacios y tiempos. Muy buena también la decisión de acompañar con música (original de Malena Graciosi) el pasaje de una escena a otra mientras la sala queda a oscuras.

Los Opas, una maravillosa oportunidad para adentrarse en las profundidades de ese universo tan particular y atrapante que es el mundo Dalmaroniano.



Teatro: La Comedia – Rodríguez Peña 1062 – C.A.B.A.

Funciones: Viernes y Sábados 21.30 hs  


Entradas: $ 60.- (descuento estudiantes y jubilados $ 40.-)

26/5/12

"Las Descentradas" en el Teatro Regio




Las descentradas son mujeres que no encajan en su entorno social ni en su época; mujeres que  se atreven a pensar y a cuestionar el orden de las cosas, y sobre todo, el lugar en el mundo que una arrasadora lógica masculina les asigna, limitando  sus roles sociales y circunscribiendo su horizonte de expectativas al ámbito doméstico. En este contexto, son descentradas aquellas mujeres que no aceptan interpretar papeles sociales secundarios, y por ello luchan por convertirse en las autoras y protagonistas de sus propias vidas, aunque sin medir las consecuencias de tales decisiones.   

La directora Eva Halac logra con maestría que en el entramado de Las Descentradas sea posible leer dos historias. Por un lado, en la superficie, se desarrolla un melodrama de época que transcurre en Buenos Aires durante los años 20, y tiene por protagonista a una mujer casada que se enamora de un hombre prohibido. Pero por debajo de esta intriga de amores y desengaños se despliega otra historia que, a través de extensos y críticos parlamentos puestos en la voz de Elvira, deja al descubierto el papel insignificante y marginal  asignado a las mujeres hacia la segunda década del siglo XX.  

La protagonista de la obra es Elvira Ancizar (Eleonora Wexler); una mujer de unos treinta años, que pertenece a una clase acomodada y está casada con un político corrupto, con quien no tiene  un matrimonio feliz. Y el hombre prohibido es Juan Carlos Gutiérrez (Roberto Vallejos).

Elvira y Juan Carlos desafortunadamente se conocen el día en que él se compromete con Gracia (Guadalupe Docampo), una jovencita con la que Elvira sostiene un vínculo casi maternal. De allí en más se desarrollará una historia de apasionados encuentros y desencuentros.    

Elvira no es del tipo de las felices, sino de las otras; que incluso se define a sí misma  como una mujer “con ideas boxeadoras”.  Y sin lugar a dudas  en este personaje hay mucho de su autora, Salvadora Medina Onrubia, quien fue una mujer muy adelantada para su época, entre otras cosas, porque se atrevió a ser madre soltera cuando serlo era un verdadero escándalo; también fue dramaturga, periodista, militante anarquista y una ferviente defensora de los derechos de la mujer. Incluso fue una mujer que sufrió enormes contradicciones (igual que el personaje de Elvira) al casarse con el millonario Natalio Botana, por entonces dueño del diario Crítica.

Evidentemente, muchas de las circunstancias de la vida de Salvadora aparecen en Las Descentradas, donde tanto el personaje de ficción como su autora, comparten la misma convicción de no ajustarse a lo que la sociedad espera de las mujeres. Elvira se sale del molde cuando decide seguir su deseo, sabiendo que al hacerlo traspasará los límites de lo socialmente permitido; y Salvadora no se ajusta a los cánones de su época al manifestar sus ideas por medio de la actividad literaria –como dramaturga y periodista- y también a través de una comprometida militancia política.

En cuanto a los elementos técnicos, Eva Halac  elige un amplio espacio escénico para el desarrollo de la pieza, con un gran despliegue escenográfico estilo art nouveau y  un vestuario fantástico (ambos de Micaela Sleigh). También hay un gran trabajo de iluminación (de Miguel Solowej)  y de sonido (Sergio Vainikoff), que contribuyen de un modo acertado a la construcción de los distintos climas, espacios y tiempos.

Con relación a las actuaciones, es para destacar el gran trabajo de Eleonora Wexler quien encarna el papel de Elvira; un personaje muy complejo, que debe transitar por distintos registros a lo largo de toda la obra, mutando a medida que lleva a cabo un profundo proceso de transformación; y lo logra maravillosamente.  Roberto Vallejos le da vida a un Juan Carlos atractivo por el que vale la pena luchar y dejarlo todo, pero que hacia el final de la pieza, en la escena culminante, mengua en la intensidad dramática de sus reacciones. El resto del elenco, integrado por María del Carmen Sánchez, Guadalupe Docampo María Urdapilleta, Ernesto Claudio, Agostina Degasperi, Facundo García Dupont, Carlos Scorrnik, Gabriel Rivas, Alejandra Flores y Nazareno Molina, tiene un desempeño actoral muy lucido en cada una de sus intervenciones.

Las descentrada fueron, son y serán todas aquellas mujeres diferentes, que no pasaron desapercibidas por la vida, y que marcaron el comienzo de un arduo camino en la lucha por la conquista de la igualdad de derechos de género.

Las Descentradas, una muy conmovedora pieza teatral.



Teatro: Regio – Córdoba 6056 – C.A.B.A.

Funciones: De Jueves a Sábados a las 20.30 y Domingos a las 19.30.

Entradas: Desde $ 35.- / Jueves día popular con entrada general a $ 30.-

3/5/12

"Las de Barranco" en el Teatro del Ángel



Las de Barranco, es sin lugar a dudas una extraordinaria pieza de Gregorio de Laferrere. Un exquisito cuadro de época, pintado con minuciosos trazos de realismo, en donde tanto la acción como los personajes y su lenguaje se presentan con naturalidad, en el contexto de la vida cotidiana. Y es a través de los diálogos, en su devenir, en su expresión viva bajo la forma de un  habla coloquial, que el autor logra introducirnos en el imaginario de una clase porteña acomodada, que hacia fines del siglo XIX se ve profundamente afectada por transformaciones sociales y económicas.

La directora Zaida Mazzitelli se atreve a recrear este universo social retratado hace más de un siglo por Laferrere, y lo logra con maestría, desplegando la historia de una familia que  ha descendido en su posición social -que se encuentra “venida a menos”- y que a cualquier precio tratará de salvar las apariencias.

La columna vertebral de esta pieza es la viuda del capitán Barranco, Doña María (Anabela Denápole). Una mujer egoísta, calculadora y oportunista, cuyo único propósito en la vida parece ser mantener su status social, utilizando para ello cuanto recurso esté a su alcance para evitar caer en la pobreza,  sinónimo de vergüenza y descrédito; el peor de los infortunios.

El autoritarismo es otro de los rasgos característicos de la viuda, padecido por sus tres hijas, que si bien acatan sus órdenes bajo el influjo del temor, lo hacen de distintos modos: Pepa (Lucía Scotto di Carlo) y Manuela (Laura Ledesma) secundan sus  manejos sin cuestionamientos; en cambio la bella y sumisa Carmen (María Eugenia Gómez) -la mayor de las tres hermanas-, aunque alberga tímidas resistencias, tras verse reducida por su despiadada madre a una apetecible carnada para aquellos pretendientes adinerados que la acechan, vive sus días inmersa en un profundo desasosiego.

En la estampa de Doña María se encarnan todas las insensibilidades de un mundo superficial y materialista; como contrapeso,  en la figura de la hija mayor se constituirá su alter ego. Sin ninguna duda, Carmen es la elegida por el dramaturgo como su criatura predilecta, en la cual deposita todas sus esperanzas. Y es a partir de esta lucha de universos opuestos, que el autor nos ofrece una mirada crítica acerca del mundo en el que le toca vivir.

La trama se entreteje a partir de constantes cruces entre lo trágico y lo cómico, logrando un acertado ritmo dramático, que se sostiene en un desempeño actoral muy sólido de todo el elenco.
Anabela Denápole (Doña María) debe sortear la complejidad de darle carnadura a un personaje camaleónico que necesita acomodarse   -rápidamente y de la manera más conveniente-   a cada situación que se le presenta; y la verdad es que esta actriz lo logra maravillosamente.

El resto de los personajes -de acuerdo con el planteo de la dramaturgia- tiene un carácter más estereotipado y cumple una razón de ser dentro de la obra: Manuela es la hermana menor y su personaje representa la juventud irreflexiva que obra con inconsciencia y frivolidad; Pepa es la hermana del medio desencantada con la vida; Linares es el escritor que alquila una pieza en la casa de las Barranco (Matías Broglia) y encarna el criterio de justicia. Morales es un inquilino estudiante de medicina (Alberto Romero) cuyas declaraciones y comentarios permanentemente aclaran el sentido de cada una de las situaciones que se plantean; en este contexto, su apellido no parece casual, y bien podría identificarse a este personaje con el punto de vista del autor. Rocamora es el tendero (Horacio Serafini) que encarna la figura del típico burgués utilitarista que cree que puede comprar a la gente con su dinero; Barroso es el boticario (Rubén Ramírez), un tipo mediocre e insípido, que se lo pasa riendo sin razón; y Castro es el cobrador de alquileres (Gustavo Brenta). Otros personajes que agregan dinamismo a la trama son el Muchacho/Jenaro/Pérez (Manuel Heredia), Doña Rosario/Cocinera (Maricel Vicente) y Petrona (María Cecilia Cabrera).
Así es como cada uno de los integrantes de este numeroso elenco, constituye una pieza indispensable para el  funcionamiento del todo.

El vestuario (de Karina Maliauskas) además de reforzar  el arquetipo de cada personaje, resaltando en cada uno sus rasgos distintivos, logra recrear la atmósfera de la época en que se inscribe el drama.  Y la escenografía -sin grandes despliegues- aporta verosimilitud al espacio de la escena.

Laferrere, a través de una mirada lúcida y muy crítica, ausculta el pulso de una sociedad que en su búsqueda de una apariencia digna, termina cayendo en la indignidad moral. De este modo, entre líneas puede leerse que de ninguna manera el fin justifica los medios.

El autor a través de esta pieza nos exhorta -a los seres humanos de cualquier época- a que luchemos por sostener nuestros valores aunque el mundo entero piense distinto. La vida que elegimos depende de nuestra exclusiva responsabilidad; sólo hay que tomar conciencia de ello y jamás perderlo de vista.

Las de Barranco,  planteos universales en el transcurrir de la vida cotidiana. Un bellísimo hecho teatral.


Autor: Gregorio de Laferrere.
Dirección General: Zaida Mazzitelli.
Asesoramiento de vestuario: Karina Maliauskas.
Diseño de luces: Z. Mazzitelli – G.G. Miramón – R. Miguel.
Música original: Marcelo Salvati.
Diseño gráfico: Zaida Mazzitelli.
Fotografía: Gastón García Miramón.
Asistente de dirección: Roxana Miguel.
Asistente de sala e iluminación: Gastón G. Miramón.
Elenco: Anabel Graciela Denápole, Manuel Heredia, María Eugenia Gómez, Maricel Vicente, Laura Ledesma, Lucía Scotto di Carlo, Alberto Romero, Gustavo Brenta, María Cecilia Cabrera, Matías Broglia, Rubén Ramírez y Horacio Serafini. 


Teatro: Teatro del Ángel – Mario Bravo 1239 – C.A.B.A.
Funciones: Viernes 21 hs.
Entradas: $ 40.- (Descuento a estudiantes y jubilados: $ 35.-).

21/4/12

"Amanda, la casita" en Ofelia Casa Teatro


Una mujer de aspecto aniñado nos abre la puerta de su casita, para que conozcamos su pequeño mundo interior; un microuniverso tan perfecto como una casa de muñecas.  Pero tal perfección, no hace más que incitarnos a sospechar que debajo de esta superficie se oculta otra cosa.

Así es como Amanda (Sol Canesa) nos deja entrar en las profundidades de su vida interior y ser testigos silenciosos de sus luchas internas, que arrancan a partir del momento en que decide  tirar de un ínfimo hilo que sobresale de su prolija vestimenta,  y no dejar de tirar hasta que toda su ropa se deshilache, y se quede desnuda. Una desnudez que más que un infortunio podría ser una gran oportunidad para cambiar de ropaje y vivir en un mundo imperfecto pero real.

Amanda, la casita, bajo la dirección de Gabriel Paez, se plantea  como una metáfora de aquellos momentos en que nos encontramos en la situación de tomar una decisión muy importante en nuestra vida.  Y el camino elegido para ello por la dramaturgia es el tránsito por el proceso previo a la transformación,  desplazándose por distintas temporalidades de la vida de esta niña-mujer, explorando en los vericuetos de su historia, en su pasado, sus orígenes, su infancia, sus lazos familiares y en sus experiencias amorosas; haciendo foco en aquellos mandatos sociales interiorizados que se hicieron carne en Amanda, bajo la forma de un “deber ser” incuestionable, reprimiendo sus deseos, limitando su universo, y achicando su horizonte de expectativas.    

Sol Canesa, en este unipersonal, logra darle carnadura a un personaje bifacial que en su devenir  debe recorrer los carriles trazados por una lucha psíquica encarnizada entre su Yo y su Ello. Sin duda se trata de una actriz versátil que a lo largo de toda la pieza sortea airosamente  la complejidad de desdoblarse en dos caracteres bastante opuestos, transitando por distintos terrenos dramáticos -apelando para ello a un amplio repertorio de estereotipos social- saltando de un registro a otro en un tris y con una sensibilidad sostenida.

La alternancia entre lo trágico y lo cómico resulta acertada por cuanto distiende la tensión generada por las escenas de mayor intensidad dramática, dotando al entramado de un adecuado ritmo.

Es para resaltar la estética vintage-infantil elegida para el diseño del espacio de la escena y el vestuario (de Cecilia Zuvialde), ya que logra darle forma y funcionalidad a este universo infantiloide en el que Amanda deshilacha su drama humano.

La música (de Nicolás Deluca) conjuntamente con la iluminación (de Gabriel Rivero) logran la construcción de diversas atmósferas y temporalidades, dibujando con precisión los contornos de la acción dramática.

Finalmente, la inclusión en la puesta del soporte audiovisual (de Grandes Éxitos TV), sin bien resulta original como vehículo para la expresión de las fantasías de Amanda, la utilización de este recurso al final de la pieza complica su cierre, porque genera confusión e incertidumbre acerca de la finalización de la obra.

Amanda vive en un pequeño mundo, pero tiene grandes anhelos. Sus reflexiones van y viene entre lo que es y lo que podría ser. El  amor es su razón de ser.

ELENCO:
Sol Canesa
 
FICHA TÉCNICA:
Libro: Sol Canesa y Gabriel Paez.
Dirección: Gabriel Paez.
Escenografía y Vestuario: Cecilia Zuvialde.
Diseño de iluminación: Gabriel Rivero.
Música: Nicolás Deluca.
Animación y Video: Grandes Éxitos.TV.
Diseño gráfico: Laura Canesa y Martín Garabal.
Realización oso animatrónico: Lucas Rodriguez.
Asistente de dirección: Álvaro Panaro. Elenco: Sol Canesa.
 
Ofelia Casa teatro – Honduras 4761 – C.A.B.A –Tel. 4831-4037
Viernes 23.30 hs.
Localidades: $ 40.- (Descuento a estudiantes y jubilados: $ 35.-).

9/4/12

"As Taim Gous Bai" en el teatro La Tertulia


Tres amigas que han quedado atrapadas bajo el influjo de un drama romántico hollywoodense de los años 40´, llevan a cabo el ritual semanal de reunirse a tomar el té mientras vuelven a ver con frenesí esa película que parece haberlas dejado ancladas en otro tiempo.

Margarita (Alejandra Mikulan), Mirna (Sabrina Quarneti) y Catalina (Melody Guerra) son las protagonistas de esta historia; y Casablanca es film que las convoca, las exalta y las obsesiona al punto de llevarlas a aglomerarse delante de la pantalla de tv para no perderse ninguna frase, aunque ya se conozcan los diálogos de memoria. Las tres mujeres sufren de un fanatismo tan extremo que roza el delirio. Todas se sienten Ilsa Lund, y aún esperan que Rick Blaine llegue a sus vidas para rescatarlas.

Hasta aquí la pieza transita un camino dramático en el que tanto la propuesta dramatúrgica de López-Quarneti, como la dirección (también de Gonzalo López) ponen el acento en la exacerbación y el desborde interpretativo, apelando para ello al recurso de la repetición paroxística. De este modo, la puesta asume un riesgo interesante al animarse a realizar un recorrido dramático más cercano a la experimentación teatral, concentrándose la acción en la caracterización pormenorizada de estas mujeres delirantes, en sus universos personales, y en sus múltiples y hasta conflictivas relaciones.

Luego, a partir de la irrupción de Ricardo (Giovanni Bellizi), el entramado se despliega por carriles más convencionales, en donde las características de los personajes se ajustan a ciertos estereotipos fácilmente reconocibles, propios del género de la comedia dramática, lo cual contribuye a la activación de un horizonte de expectativas menos esforzado, y por ello mismo, más distendido; y así es como la obra adquiere otro dinamismo, deslizándose hacia una superficie dramática más ligera y entretenida, en donde el humor cobra protagonismo.

Ricardo será un multifacético electricista que aparecerá de un modo inesperado y se prestará al juego de hacer realidad todas las fantasías de estas mujeres apasionadas, sin saber que en esta aventura también podría experimentar hacer realidad sus propios sueños.

En cuanto al elenco, es para destacar el desempeño actoral de este joven conjunto. Una mención especial merece Alejandra Mikulan, quien en la escena en la que Ricardo queda bajo la custodia de Margarita, revela una capacidad interpretativa humorística que sorprende.

Muy acertado es el diseño del vestuario (de Melanie Díaz), porque de un modo eficaz logra que la vestimenta de todos los personajes funcione como punto de referencia de una época específica. También merece un destaque la precisión con que se produce la sincronización entre varias escenas de la película con su correspondiente recreación teatral. En cambio, la iluminación no resulta del todo satisfactoria, tal vez debido a la complejidad que entraña el diseño escenográfico y sus particulares requerimientos lumínicos.

Más allá de este reparo, y aunque el final suscite interrogantes, esta pieza vale por la originalidad de su planteo, los riesgos que se aventura a asumir y la interpretación de estos nuevos talentos que con paso firme comienzan a transitar por la escena teatral contemporánea.

Actúan: Giovanni Bellizzi, Melody Guerra, Alejandra Mikulan y Sabrina Quarneti
Diseño y realización de vestuario: Melanie Diaz
Diseño de luces: Héctor Zanollo
Fotografía: Gonzalo Facundo López
Diseño gráfico: Florencia Buraschi
Coordinación musical: Gerardo Demónaco
Asistencia de dirección: Gisela Arrosio
Dirección general: Gonzalo Facundo López

Dirección: Teatro La Tertulia – Gallo 826 – C.A.B.A.
Funciones: Sábados a las 21 hs.
Entradas: $ 50.- (Descuento a estudiantes y jubilados)

Reservas: 4865-0303



7/4/12

"Greek" [ a la griega ] en el Centro Cultural de la Cooperación


Greek es una muy original versión contemporánea de la clásica tragedia Edipo rey de Sófocles; una  de las obras más controvertidas y provocadoras de Stephen Berkoff, cuya mirada lúcida y mordaz se constituye en una verdadera crítica del universo social en el que le toca vivir.

Bajo una precisa dirección de Analía Fedra García, la acción se desarrolla en la Inglaterra del thatcherismo, y tiene como telón de fondo un mundo capitalista despiadado, en el cual la sociedad se halla infectada por las peores de las pestes: odio, violencia, xenofobia, explotación e individualismo. En este contexto vive el relator/protagonista de la historia, Eddy, un muchacho londinense cuya vida transcurre en los bajos fondos de Tufnell Park durante los 80´.

La originalidad de esta versión está en sus cimientos, en su dramaturgia, que se construye a partir de extensos parlamentos, brutalmente descriptivos, utilizando un lenguaje audaz y transgresor, en cuyo devenir, el espacio de la escena desborda de imágenes escatológicas. 

En este sentido, la vigorosidad que alcanzan las palabras transmuta en expresiones  que interpelan, incomodan, erotizan, e incluso pueden llegar a matar. Sí, eso es lo que sucede en una notable escena de esta pieza, cuando Eddy huye de su ciudad natal intentando escapar de su destino vaticinado por un adivino a sus padres (que cometería parricidio e incesto). En su camino, sostiene un duelo a muerte con el dueño de un bar. Una escena de antología, en la que Eddy vence a su contrincante sólo con palabras, sin contacto físico alguno. 

Paradójicamente,  lejos de escapar a su destino, Eddy al huir, no hace  más que confirmarlo. Y cuando la verdad se le revela, debe enfrentarse a una encrucijada difícil de sortear. Esta disyuntiva, que no aparece en la versión sofocleana, es un giro inesperado introducido por Berkoff, que llega a este planteo  a partir  de una dramaturgia que tiene como eje el cuestionamiento de ciertas pautas culturales naturalizadas; y lo hace señalando la existencia de la irracionalidad como fundamento  de la racionalidad dominante.

Para Berkoff, lo irracional aparece en la sociedad a través de la aceptación sin reparos del odio y la violencia, mientras se prohibe cualquier forma de amor que transgreda las normas sociales establecidas. De este modo, el autor hace foco en lo permitido/aceptado (odio y violencia) y lo prohibido (amor, no ajustado a la norma), eligiendo un acertado contraste para plasmar con contundencia el planteo medular de la obra.

Las múltiples escenas en las que se despliega esta pieza, se desarrollan en un espacio reducido y despojado, cuya escenografía (de Pía Drugueri) resulta funcional por su neutralidad y simpleza, adaptándose a cada una de las necesidades escénicas. Y la iluminación (de Marco Pastorino) acompaña con sencillez y precisión el desarrollo de cada acción y la construcción de los distintos climas.

Viscerales y sanguíneas son todas las actuaciones. Martín Urbaneja se destaca en  la interpretación de un Eddy apasionado y vehemente, con una potencia escénica sostenida a lo largo de toda la puesta. Los demás integrantes también llevan a cabo un desempeño actoral muy lucido, sorteando muy airosamente la complejidad de ponerse en la piel de dos personajes: Horacio Roca interpreta a ambos padres, el biológico y el putativo; Roxana Berco personifica a la hermana de Eddy y también a su madre biológica/esposa,  y finalmente Ingrid Pelicori que encarna  a dos personajes contrapuestos: a la sumisa madre putativa y a la esfinge, cuya interpretación merece un destaque dada la intensidad dramática que alcanza.  También el diseño coral de voces del elenco (a cargo de Miguel Ángel Pesce) enmarca y sostiene de un modo acertado la acción, a la manera del coro griego.


Greek,  a través de una mirada crítica y un planteo provocador, se atreve a realizar sobre Edipo Rey  una  relectura muy original. Sin duda se trata  de una aventura teatral de insoslayable actualidad.


Autor: Steven Berkoff. Dramaturgia: Ingrid Pelicori – Analía Fedra García. Dirección: Analía Fedra García. Diseño y realización de escenografía: Pía Drugueri. Diseño y realización vestuario: Pía Drugueri. Asistente de vestuario: Cinthia Benitez. Entrenamiento corporal: Florencia Rapan. Diseño corporal de voces: Miguel Ángel Pesce. Fotos: Néstor Barbitta. Comunicación visual - CCC: Claudio Medin – Estudio M. Prensa: Duche&Zárate. Asistente de dirección: Marcio Barceló. Actores: Ingrid Pelicori, Roxana Berco, Horacio Roca y Martín Urbaneja.
Teatro: Centro Cultural de la Cooperación – Corrientes 1543 – C.A.B.A.

Funciones: Sábados y Domingos 20.15 hs.

Entradas: $ 70.-


6/4/12

"Yocasta" en el teatro La Mueca


Yocasta, de Héctor Levy-Daniel, es una muy interesante versión libre de Edipo rey de Sófocles. Y una de las razones que hacen que esta propuesta teatral nos atrape de principio a fin, a pesar de conocer de antemano el núcleo dramático/conflicto que llevará adelante la historia, es el protagonismo que el autor le confiere al personaje de Yocasta , al colocarla como eje articulador de distintos espacios y tiempos; ella es quien relata los acontecimientos, ubicándose en algunos momentos como parte de la acción, y en otros como espectadora y narradora de la historia, mostrándonos a partir de sus recuerdos cómo se sucedieron los hechos, desde su punto de vista.

El protagonista de esta tragedia es Edipo, un hombre que escapa de su ciudad natal (Corinto), huyendo del destino que le vaticinó el oráculo (que matará a su padre y se casará con su madre) con la intención de controvertirlo, sin saber que paradójicamente su decisión no hará más que confirmarlo. Edipo llega al poder tras convertirse en rey de Tebas, por ser el único hombre que pudo vencer a la esfinge al responder correctamente a su enigma. Y si bien bajo su reinado, durante mucho tiempo el pueblo disfrutó de gran prosperidad, de pronto las calamidades vuelven a azotar con una furia implacable a los tebanos. Estas circunstancias llevan al rey a consultar al oráculo, quien manifiesta  que los males no cesarán mientras el asesino del anterior rey tebano (Layo) permanezca en la ciudad. A partir de entonces Edipo promete a su pueblo extirpar estos males buscando al victimario; pero inesperadamente las evidencias lo acorralan haciéndolo directamente responsable de tales males. Así es como esta  historia se entreteje a partir de una terrible verdad oculta. Y la soberbia, el autoritarismo y la ambición de poder llevarán a Edipo a  negarse a reconocer la verdad, colocándolo frente a una encrucijada: conservar el poder a costa de ignorar la verdad, o  conocer la verdad a costa de perder el poder. Este es el dilema al que se enfrenta este “hombre del poder”.

En esta versión hay mucho para resaltar. En primer lugar, la centralidad que adquiere el personaje de Yocasta, que en la obra original está poco desarrollado, y que aquí el autor propone hacer foco en el aspecto de la madre que sufre, a quien su esposo Layo arrancó de sus brazos a su hijo recién nacido para matarlo, con la finalidad de evitar que se cumpliera la profecía del oráculo, que vaticinaba que este niño cometería parricidio e incesto. También es para destacar como un verdadero hallazgo la elección de la narración como hilo conductor, a través de la voz y la mirada de Yocasta, porque funciona  como un pivote que le permite al autor ir del presente de la narración al pasado de los acontecimientos, y viceversa, lo cual aportar un gran dinamismo a la trama, contribuyendo al logro de un acertado ritmo dramático.

En cuanto a la escenografía (a cargo -junto al vestuario- de Cecilia Zuvialde), se observa que la obra se desarrolla en un único espacio escénico -que bien podría ser un patio, la explanada del castillo, o cualquier otro lugar- que se caracteriza por presentarse absolutamente despojado: piso de piedras y cinco bancos en el fondo del escenario que circunscriben un espacio en el que se ubican los personajes que se encuentran fuera de escena. Hay un sólo objeto -definido y funcional- que se halla presente siempre: una fuente de agua que se localiza  en el centro del espacio de la representación. Esta fuente se erige como un símbolo; sí, la fuente en esta puesta es el objeto que simboliza el poder, del que sólo bebe Edipo a lo largo de la mayor parte de la pieza; sólo Edipo tiene acceso a ella; y hacia el final, también su cuñado Creonte.  

Otro aspecto que merece un destaque es el vestuario, ya que logra que los personajes, por su vestimenta,  pertenezcan a cualquier época. Y esta atemporalidad manifiesta, pone de relieve la insoslayable vigencia de este drama humano. Y tanto la música de Sergio Vainikoff como el diseño de luces de Ricardo Sicas contribuyen meritoriamente a la creación de acertados climas a lo largo de toda la puesta.

Pero esta pieza  puede desarrollarse en toda su potencialidad porque se sostiene en un desempeño actoral muy sólido de todo el elenco. Jessica Schultz realiza una maravillosa interpretación, dándole cuerpo y vida a una Yocasta intensa, reflexiva, y sensible, que siente alivio al confesarnos sus más profundos y encontrados sentimientos. Pablo Razuk sorprende a través de un Edipo vehemente, muy bien plantado en su rol de tirano enceguecido por su desmedida ambición de poder. Carlos Kaspar, como Creonte, realiza un excelente trabajo interpretativo. Y magistrales son también las representaciones de Abián Vainstein (quien encarna dos papeles: el del ciego adivino Tiresias y el del pastor), y  de Juan Carrasco, quien se pone en la piel del mensajero que traerá a Edipo las buenas y malas noticias.

Yocasta, una propuesta teatral atrapante de principio a fin.

Libro y Dirección: Héctor Levy-Daniel. Escenografía y Vestuario: Cecilia Zuvialde. Diseño de iluminación: Ricardo Sica. Música original: Sergio Vainikoff. Diseño gráfico: Marcelo Farias. Fotografía: Marcela Gabbiani. Asistente de dirección: Florencia Méngoli. Elenco: Jessica Schultz, Pablo Razuk, Carlos Kaspar, Abián Vainstein y Juan Carrasco.


Teatro: La Mueca – Av. Córdoba 5300 – C.A.B.A.
Funciones: Domingos 17 hs.
Entradas: $ 60 (Descuento a estudiantes y jubilados: $ 40)

Reservas: 4777-0825

15/11/11

"Rescate Emotivo (No Pasa Res!)" en el Teatro del Pasillo

Emoción y ternura es lo que despierta Don Carlos Calostro Meconio; un entrañable personaje interpretado con mucha sensibilidad por el talentoso Walter Velázquez, quien de un modo creativo y original logra darle cuerpo y vida a este payaso octogenario que posee una extraordinaria capacidad para provocar diversas emociones en los espectadores, llevándolos a reflexionar acerca de algunas cuestiones que en la cotidianeidad se dan por verdades incuestionables.

La historia de Don Calostro es absolutamente conmovedora. Se trata de un payaso de 84 años. Su rostro está pintado de blanco, mientras que sus ojos, su boca y su enorme nariz son tan grises como los pocos pelos que asoman debajo del sombrero que oculta su parcial calvicie; sufre las dificultades motrices propias de un hombre de su edad; padece trastornos de la memoria (a los que se refiere como los efectos “del alemán” ); y le teme a los niños!. Vive en el geriátrico “Peras al Olmo”, del que se escapa cada viernes por la noche para hacer su show, en el que oficia de presentador, cantante de tangos y filósofo de la vida. Es que Don Carlos, durante su juventud, fue un genial cantante solista que brilló en Orquestas Típicas. Pero lógicamente, estas orquestas -que fueron tan pero tan famosas- ya no existen. Está claro que el tiempo ha pasado, y en su transcurrir tanto las orquestas como la mayoría de sus reconocidos intérpretes han ido desapareciendo; han ido abandonando este mundo.

Por eso Calostro es, de algún modo, un sobreviviente que lleva dentro de sí cierta desilusión, ciertas nefastas certezas después de haber vivido tanto. Y ése es el sentir que transmite cuando interpreta “Yira, Yira”: “(…) la indiferencia del mundo/ que es sordo y es mudo/ recién sentirás. (…) Verás que todo es mentira,/ verás que nada es amor.../ que al mundo nada le importa/ Yira...Yira…/ (…) Aunque te quiebre la vida,/ aunque te muerda un dolor,/ no esperes nunca una ayuda,/ ni una mano, ni un favor.../ (…) ¡Te acordarás de este otario/ que un día, cansado,/ se puso a ladrar!”

No sólo es acertada la elección de este magnífico tango de Discépolo, sino la manera en que Velázquez lo canta. Porque en su interpretación hay tanto sentimiento que es imposible no conmoverse, más allá incluso de todas las declaraciones desesperanzadas de su letra.

Don Carlos es sin duda un sobreviviente, que la mayor parte del tiempo permanece en silencio mientras comparte sus días con otros ancianos en el geriátrico. Pero su silencio desaparece cuando cada viernes pisa el escenario, y entonces renace. Y a través de su mirada crítica –mayormente sostenida en el humor, aunque en algunos momentos se torne triste e incluso a veces ácida- nos lleva a reflexionar ante tanta incoherencia reinante en el mundo actual.

Es cierto que con el paso de los años la vejez llega inexorablemente, y con ella también la soledad y los muchos interrogantes que obligan a realizar cierto repaso de lo vivido; pero en el caso del payaso Calostro no se trata de cierta incapacidad suya para comprender un mundo que ha cambiado. Al contrario, es a través de su mirada perteneciente a una época en donde todo era más simple y por medio de la comparación, en donde se revela que hay cuestiones que más que evolucionar han caído en un franco retroceso. Entre sus múltiples reflexiones aparecen como preocupaciones las guerras (con estadísticas escalofriantes), el hambre, la desnutrición infantil y la vejez. ¡Qué pavadas , ¿no?!

Además de los temas que se abordan, y el magistral despliegue interpretativo de Walter Velázquez –de reconocida trayectoria clownesca-, es para destacar la relación que el personaje establece con el público. En principio, Don Carlos se dirige a un auditorio, que en el contexto de la obra se halla integrado por el universo de los espectadores del show de los viernes de este payaso cantor. Pero luego, ocurre un hecho inesperado y por ello mismo sorprendente: Don Calostro baja del escenario para dirigirse a cada uno de los espectadores, para conocerlos, para escuchar sus voces, quiere saber sus nombres; incluso podría llegar a ofrecerles un pequeño bocado. Y este acercamiento, a mi criterio, resulta uno de los pasajes más interesantes de esta puesta, porque rompe la distancia habitualmente existente en todo espectáculo entre el que habla y los que pasivamente escuchan. A través de este acto Velázquez rompe las reglas, y con este gesto queda plasmado el planteo medular de la obra: darle voz a los que generalmente no la tienen, aquellos que permanecen en la penumbra y en silencio (los ancianos/ los espectadores). Este giro, esta propuesta, me pareció un verdadero hallazgo.

Y si bien a través de la interpretación del tango “Yira, Yira”, el payaso cantor parece sostener una postura apocalíptica con respecto al mundo, a la vida y al futuro, sin embargo, su actuación de cada viernes, en cierto modo nos revela que aún alberga cierta esperanza; tal vez imaginando que al pararse en el escenario podrá hacer que las nuevas generaciones sepan que los ancianos tienen mucho para ofrecer, enseñar y compartir.

¡Calostro está de vuelta! No se sabe hasta cuándo; probablemente hasta que lo encuentren.

Por eso, ¡hay que disfrutarlo!

Para Agendar:
Concepción, Dirección e Interpretación: Walter Velázquez
Auspiciado por "la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos”
Funciones: Viernes 2, 9 y 16 de diciembre - Sábado 17 de diciembre 21 horas
Teatro del Pasillo: Colombres 35 – Capital Federal
Localidades $30 (descuento estudiantes y jubilados $15)
Reservas: 011-49815167 – 011-44310028

María Jimena López: (Asistencia de dirección)
Ricardo Sica: (Iluminación)
Soledad Galarce- Melania Lenoir: Alfiler de Gancho-(Vestuario)
Luis Sticco: (Arreglos musicales)
Valeria Stilman: (Dibujos)
Exequiel Abreu: (Diseño gráfico)
Alejandro Palacios: (Fotografía)
Rodolfo Weisskirch y Lucía Kearney : Audiovisual
Andrea Feiguin: (Producción Ejecutiva)