Yocasta, de Héctor Levy-Daniel, es una muy interesante versión
libre de Edipo rey de Sófocles. Y
una de las razones que hacen que esta propuesta teatral nos atrape de principio
a fin, a pesar de conocer de antemano el núcleo dramático/conflicto que llevará
adelante la historia, es el protagonismo que el autor le confiere al personaje
de Yocasta , al colocarla como eje articulador de distintos espacios y tiempos;
ella es quien relata los acontecimientos, ubicándose en algunos momentos como
parte de la acción, y en otros como espectadora y narradora de la historia,
mostrándonos a partir de sus recuerdos cómo se sucedieron los hechos, desde su
punto de vista.
El protagonista de esta tragedia es Edipo, un hombre
que escapa de su ciudad natal (Corinto), huyendo del destino que le vaticinó el
oráculo (que matará a su padre y se casará con su madre) con la intención de
controvertirlo, sin saber que paradójicamente su decisión no hará más que
confirmarlo. Edipo llega al poder tras convertirse en rey de Tebas, por ser el
único hombre que pudo vencer a la esfinge al responder correctamente a su
enigma. Y si bien bajo su reinado, durante mucho tiempo el pueblo disfrutó de gran
prosperidad, de pronto las calamidades vuelven a azotar con una furia implacable
a los tebanos. Estas circunstancias llevan al rey a consultar al oráculo, quien
manifiesta que los males no cesarán
mientras el asesino del anterior rey tebano (Layo) permanezca en la ciudad. A
partir de entonces Edipo promete a su pueblo extirpar estos males buscando al
victimario; pero inesperadamente las evidencias lo acorralan haciéndolo
directamente responsable de tales males. Así es como esta historia se entreteje a partir de una
terrible verdad oculta. Y la soberbia, el autoritarismo y la ambición de poder llevarán
a Edipo a negarse a reconocer la verdad,
colocándolo frente a una encrucijada: conservar el poder a costa de ignorar la
verdad, o conocer la verdad a costa de
perder el poder. Este es el dilema al que se enfrenta este “hombre del poder”.
En esta versión hay mucho para resaltar. En primer
lugar, la centralidad que adquiere el personaje de Yocasta, que en la obra
original está poco desarrollado, y que aquí el autor propone hacer foco en el
aspecto de la madre que sufre, a quien su esposo Layo arrancó de sus brazos a
su hijo recién nacido para matarlo, con la finalidad de evitar que se cumpliera
la profecía del oráculo, que vaticinaba que este niño cometería parricidio e
incesto. También es para destacar como un verdadero hallazgo la elección de la
narración como hilo conductor, a través de la voz y la mirada de Yocasta, porque
funciona como un pivote que le permite
al autor ir del presente de la narración al pasado de los acontecimientos, y
viceversa, lo cual aportar un gran dinamismo a la trama, contribuyendo al logro
de un acertado ritmo dramático.
En cuanto a la escenografía (a cargo -junto al
vestuario- de Cecilia Zuvialde), se observa que la obra se desarrolla en un único
espacio escénico -que bien podría ser un patio, la explanada del castillo, o
cualquier otro lugar- que se caracteriza por presentarse absolutamente
despojado: piso de piedras y cinco bancos en el fondo del escenario que
circunscriben un espacio en el que se ubican los personajes que se encuentran
fuera de escena. Hay un sólo objeto -definido y funcional- que se halla presente
siempre: una fuente de agua que se localiza
en el centro del espacio de la representación. Esta fuente se erige como
un símbolo; sí, la fuente en esta puesta es el objeto que simboliza el poder,
del que sólo bebe Edipo a lo largo de la mayor parte de la pieza; sólo Edipo
tiene acceso a ella; y hacia el final, también su cuñado Creonte.
Otro aspecto que merece un destaque es el vestuario, ya
que logra que los personajes, por su vestimenta, pertenezcan a cualquier época. Y esta
atemporalidad manifiesta, pone de relieve la insoslayable vigencia de este
drama humano. Y tanto la música de Sergio Vainikoff como el diseño de luces de
Ricardo Sicas contribuyen meritoriamente a la creación de acertados climas a lo
largo de toda la puesta.
Pero esta pieza
puede desarrollarse en toda su potencialidad porque se sostiene en un desempeño
actoral muy sólido de todo el elenco. Jessica Schultz realiza una maravillosa
interpretación, dándole cuerpo y vida a una Yocasta intensa, reflexiva, y sensible,
que siente alivio al confesarnos sus más profundos y encontrados sentimientos. Pablo
Razuk sorprende a través de un Edipo vehemente, muy bien plantado en su rol de
tirano enceguecido por su desmedida ambición de poder. Carlos Kaspar, como
Creonte, realiza un excelente trabajo interpretativo. Y magistrales son también
las representaciones de Abián Vainstein (quien encarna dos papeles: el del
ciego adivino Tiresias y el del pastor), y
de Juan Carrasco, quien se pone en la piel del mensajero que traerá a
Edipo las buenas y malas noticias.
Yocasta, una propuesta teatral atrapante de principio a fin.
Libro y Dirección: Héctor Levy-Daniel. Escenografía y Vestuario: Cecilia Zuvialde. Diseño de iluminación: Ricardo Sica. Música original: Sergio Vainikoff. Diseño gráfico: Marcelo Farias. Fotografía: Marcela Gabbiani. Asistente
de dirección: Florencia Méngoli. Elenco:
Jessica Schultz, Pablo Razuk, Carlos Kaspar, Abián Vainstein y Juan
Carrasco.
Teatro: La Mueca – Av. Córdoba 5300 – C.A.B.A.
Teatro: La Mueca – Av. Córdoba 5300 – C.A.B.A.
Funciones: Domingos 17 hs.
Entradas: $ 60 (Descuento a estudiantes y jubilados: $ 40)Reservas: 4777-0825
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